Atrapado en una dicotomía eterna, que lo sume en la
permanente lucha de los sentidos contra el espíritu, el hombre es alma y
cuerpo. Pareciera que su alma se halla prisionera, cercada por las fronteras
dolorosas e impúdicas de un cuerpo que lo mismo besa que ama, hiede que siente.
Es a través del cuerpo como nos comunicamos con el exterior, pero es también el
cuerpo la jaula que encierra al alma y que la aisla del exterior, impidiéndole,
quizá, fundirse con el todo.
Ulises
de James Joyce, es una obra cumbre de la literatura. Mucho se ha dicho, escrito
y se seguirá analizando al respecto, probablemente sin que sea posible nunca
llegar a agotarla. Sobra hablar de la complejidad y riqueza de la obra. La
interpretación, sin embargo, es un ejercicio siempre vigente, siempre
necesario, porque al interpretar nos humanizamos, al dar sentido a lo que
acontece a nuestro alrededor. La interpretación de una obra como ésta es un
ejercicio vital de reconocimiento de lo humano, nos permite hallar las claves
individuales para descifrar la esencia de lo que nos hace hombres. Ulises lo mismo nos demuestra que los
héroes somos cada uno asumiéndonos como protagonistas de nuestra vida por
minúscula e insignificante que parezca, que nos revela la importancia de las
más pequeñas y hasta despreciables cosas. Comprendemos, a través de sus
páginas, la importancia de los fenómenos cotidianos, esos que nos llevan a
construir y poblar nuestros mundos interiores despertándonos ideas, que con su
existencia crean universos regidos por sus propios códigos y que tienen sentido
incluso a través de su propio lenguaje. Porque el lenguaje, en cierto modo, es
una construcción universal que cobra sentido sólo en lo individual, en los
procesos de interpretación simbólica que cada uno realizamos. ¿No está la obra
plagada de palabras creadas por los propios personajes?, ¿no es eso lo que
hacemos constantemente incluso con las palabras que ya existen? Hablamos un
lenguaje que hemos aprendido, pero lo hacemos nuestro y es diferente en cada
uno a pesar de ser el mismo.
A fin de realizar un ejercicio de interpretación que
pueda ser abarcado por un comentario literario a la vez profundo pero concreto,
este análisis se limita a tratar el tema del cuerpo, de la carne como su
metáfora, partiendo del siguiente párrafo de la obra:
El
señor Bloom señaló en seguida [sic]. Apurarse y caminar detrás de ella si iba
despacio, detrás de sus jamones en movimiento. Agradables como primera vista de
la mañana. Apúrate, maldito sea. Hay que aprovechar la ocasión. Ella se detuvo
bajo el sol a la puerta del negocio, y comenzó a andar luego perezosamente
hacia la derecha. Él suspiró con la nariz: ellas nunca entienden. Manos
sodaagrietadas. Uñas de los pies encostradas también. Escapularios castaños en
jirones, defendiéndola por los dos lados. El aguijón del desprecio se enardeció
para debilitar el placer dentro de su pecho. Para otro: un alguacil fuera de
servicio la abrazó en Eccles Lane. A ellos les gustan de buen tamaño. Salchicha
de primera. Oh, por favor, señor policía, estoy perdida en el bosque. [1]
Leopoldo Bloom ha entrado en la carnicería buscando un
riñón, sumido en sus pensamientos, dando saltos mentales de una cosa a la otra,
oliendo y deleitándose con la carne exhibida en el lugar. Mientras lo atienden,
entra en la carnicería una mujer, quien compra unas salchichas. Inmediatamente
después de atenderla, el carnicero pregunta a Leopoldo qué desea. Él responde rápidamente
y sin dudarlo pues, como puede leerse en el párrafo, desea salir corriendo
detás de la muchacha para seguir deleitándose con sus carnes.
La carne es pues, protagonista de esta imagen y es el
vehículo a través del cual Joyce plantea al lector el peso de los opuestos: de
lo tangible e intangible, de la materia y el pensamiento, del cuerpo y el alma.
Carne, carnemuerta que escurre en un plato “saucedecorado”[2];
carne también viva, que da al protagonista el placer de deleitarse con las
formas de lo femenino. La carne, la materia misma de lo que estamos
constituidos. La carne alimenta, la carne sostiene, pero también hiede, la
carne muere y se pudre. La carne inerte significa la muerte, la caída de lo
vivo, pero no hay vida sin muerte y lo que ha muerto, cuando aún está fresco,
es el vital alimento para el que vive. Estamos pues ante dos vertientes
psicológicas de un fenómeno orgánico. En primera instancia está la carne como
alimento, la carne que Leopoldo busca para el desayuno mientras Molly, su
esposa, se ha quedado recostada en su casa esperándolo. El símil es
inconfundible: el hombre que sale de caza para llevar a su tribu el alimento
que requiere para vivir. En segundo plano está la carne de lo femenino, la
carne que se bambolea provocativa y que le recuerda que también tiene otro tipo
de instintos. La carne plantea aquí una dicotomía que al final acaba
mostrándonos que el hombre está hecho de instinto y pulsión y que es lo
intangible, el pensamiento, el juicio, las convenciones sociales, lo que lo
contiene.
Una vez establecido esto, vayamos frase por frase para
descifrar el mensaje de Joyce: “Apurarse y caminar detrás de ella si iba
despacio, detrás de sus jamones en movimiento.”[3]La voz
narrativa en este párrafo se da en tercera persona. El narrador describe fluidamente
la escena, lo cual se logra a través del empleo de verbos que en modo
subjuntivo e infinitivo dan cuenta de lo que debe hacer Bloom para alcanzar a
la muchacha que le interesa: “apurarse” y “caminar”, como si estuviera cazando,
sin perder de vista a su presa pero sin correr, sin emprender ninguna acción
abrupta. El modo subjuntivo e infinitivo, sin embargo, obedecen a la traducción
y, sin duda, ponen el nivel de la acción en una perspectiva diferente al de la
versión original, quizá preparando al lector para el monólogo interior en
segunda persona que viene a continuación. Esto permite que el lector sea
trasladado a un nivel distinto dentro del mismo discurso narrativo: el nivel de
los pensamientos de Bloom. En la versión
en inglés, Joyce dice: “Mr Bloom pointed
quickly. To catch up and walk behind her if she went slowly, behind her moving
hams.”[4]Jamones,
no nalgas, pompas, glúteos… jamones,
como los de los jabalíes salvajes, como los de los cerdos. Y si el símil
todavía no es fuerte, añade la frase: “Agradables como primera vista de la
mañana”[5].
¿Cuándo es el momento más propicio para ir a cazar? A primera hora de la mañana
la necesidad apremia y también los instintos están despejados, aún no clarea
suficiente para que el sol caiga pesado y agobie, por lo cual no sería errado
pensar que a esa hora es propicio salir de caza. Por otro lado, durante ese
momento del día todo está más fresco. Joyce no escogió la tarde o la noche,
escogió la mañana, cuando recién abrimos los ojos y todo se nos muestra claro y
fresco, lo cual remite a la juventud de la joven a cuyos jamones se refiere. De
acuerdo con el símil, los suyos deben ser unos jamones firmes y juveniles.
“Apúrate, maldito sea. Hay que aprovechar la ocasión”.
En la versión en inglés se lee “Hurry up,
damn it. Make hay shile the sun shines.” Las diferencias entre la versión
original y la traducción de Salas Subirat muestran un fenómeno interesante:
Leopoldo no maldice al carnicero, pero tampoco dice “maldito sea”, dice en
realidad una suerte de maldición que no va dirigida a alguien en específico,
sino a la situación. “Damn it” es una
expresión indefinida que Salas Subirat, a fuerza de traducir de manera literal
y debido a las diferencias en el uso de los pronombres personales del inglés y
el español, se ve forzado a traducir como “maldito sea”, dejando la maldición
indefinida entre una lengua y otra, ya que lo escrito por Joyce no significa
que maldice al carnicero, pero tampoco se sabe a ciencia cierta qué maldice, de
ahí el sentido extraño de la expresión “Apúrate, maldito sea”: ¿quién?
Definitivamente no el carnicero, pues no dice “maldito seas”, ¿entonces? El
lector no puede estar del todo seguro. En cambio, de haber dicho “maldición”,
quizá el enunciado habría tenido un sentido más cierto. Por otro lado, al decir
“apúrate”, la acción se traslada a un nuevo nivel narrativo, el de la segunda
persona en monólogo interior, lo cual nos lleva directamente a los pensamientos
de Bloom. Por tanto, aunque a nivel gramatical la frase no tenga sentido, las
palabras y el modo en que fueron dispuestas están justificadas, pues cuando
pensamos no necesariamente hilamos frases gramaticalmente perfectas.
La frase “Make hay
shile the sun shines”, es un dicho popular inglés.Es una forma de decir que
hay que aprovechar todo lo que se pueda mientras que el sol esté presente y
forma parte de la jerga del campo. A nivel narrativo sirve para reforzar la
prisa que quiere transmitirnos Joyce, la impaciencia de Bloom por salir tras su
presa.
Las siguientes frases: “Ella se detuvo bajo el sol a la
puerta del negocio, y comenzó a andar luego perezosamente hacia la derecha. Él
suspiró con la nariz: ellas nunca entienden.” La acción va aquí de uno a otro
tiempo verbal: “se detuvo”, voz subjuntiva en pasado; “comenzó”, indicativo en
pasado; “andar”, infinitivo; “suspiró”, pasado en modo indicativo; para rematar
con una voz en presente indicativo: “entienden”. En la versión en inglés se
lee: “She stood outside the shop in
sunlight and auntered lazily to the right. He sighed down his nose: they never
understand.” La voz narrativa va de pasado a presente. Las acciones nos
sumen también en la dicotomía que se plantea como signo principal del párrafo en
su totalidad y la idea de oposición que entraña. Vamos de un tiempo al otro y
de un nivel de acción a la otra, así como del ambiente narrativo exterior a la
mente del personaje protagonista. Ahora bien, a nivel discursivo, a qué se
refiere el autor, ¿quién no entiende y qué no entiende? Leopoldo ve a la
muchacha ir lento, como si algo estuviera esperando, y esa visión le provoca
una reacción: un suspiro que da lugar a la expresión “they never understand”, ¿las muchachas? ¿Quiénes? Hasta antes de
esa imagen, Leopoldo estaba molesto con el carnicero que no parecía coincidir
con sus necesidades. De pronto, toda su atención se centró en la muchacha que
comienza a caminar de forma lenta, para entonces declarar que ciertas personas
nunca entienden. Sin duda, la traducción afecta el discurso de Joyce. ¿Por qué
Salas Subirat infiere que se refiere a las mujeres, al género femenino en
general? Me inclino mucho más a pensar
que quienes no entienden son los comerciantes en general, la gente que trabaja
en una tienda y que no tiene atención por la prisa de sus clientes. Es posible
notar que la salida que Salas Subirat encuentra para manejar las diferencias de
sentido entre una lengua y otra es el empleo del modo subjuntivo que, sin
embargo, tiende a trasladar al lector a un nivel discursivo distinto al que
quizá originalmente planteó el autor y que confiere a la obra en español
características particulares.
Lo que viene a continuación es una descripción de la
muchacha: “Manos sodaagrietadas. Uñas de los pies encostradas también.
Escapularios castaños en jirones, defendiéndola por los dos lados.” En el
original en inglés versa: “Sodachapped
hands. Crusted toenails too. Brown scapulars in tatters, defending her both
ways”. La expresión “sodachapped”
es un neologismo de Joyce, es parte de ese lenguaje personal de Leopoldo, que
va por la vida, como todos nosotros, volviendo al lenguaje su propio código ¾trátese de la lengua que sea¾, creándolo de manera constante no sólo
al darle vida a nuevas palabras, sino al interpretar las que éste mismo posee. El
bicarbonato es un polvo que contiene sal, sodio, y que se emplea para cocinar;
disuelto en agua, también para limpiar. La palabra “chapped”, de la que también está compuesto este vocablo, hace
referencia a una condición de la piel que la pone roja, seca y agrietada[6]. Unas manos “sodachapped”, o
“sodaagrietadas” como traduce Subirat, son las manos de alguien que trabaja
limpiando, como las trabajadoras domésticas que emplean cloro para fregar y
lavar y cuyas manos son inconfundibles después de un tiempo. Las uñas de los
pies encostradas nos remiten a una imagen más de pobreza y trabajo, de
inferioridad social: para poder ver sus uñas, la muchacha debía estar descalza o
calzando algún tipo de sandalia que dejara al aire sus dedos. Si pensamos que
la novela estaba ambientada en Dublín, no es errado suponer la muy baja
condición de la mujer que con el clima de esa ciudad debió andar descalza y
cuyas uñas se habían encostrado por la falta de cuidado y quizá también por el
tipo de labores que realizaba. El escapulario en jirones habla de nueva cuenta
sobre quién es esa muchacha. Los escapularios tienen por fin proteger a las
personas, son una suerte de amuleto que alimenta la superstición católica. De
acuerdo con la teoría popular, no debe quitarse nunca y deben cubrir por
delante y por detrás a la persona ¾de lo que viene y de lo que ha dejado atrás¾, lo cual hace comprensible que el de la muchacha esté hecho jirones. El
escapulario además, sirve para reforzar la imagen de pobreza y baja condición
social de la joven, que depende de supersticiones para sentirse segura.
Todo lo que Bloom ha visto de la muchacha lo
hace despreciarla, mirarla hacia abajo y disminuir su gozo: “El aguijón del desprecio
se enardeció para debilitar el placer dentro de su pecho. Para otro: un
alguacil fuera de servicio la abrazó en Eccles Lane. A ellos les gustan de buen
tamaño. Salchicha de primera”[7].
Una vez más la mujer se transforma en un objeto, al nivel de la carne que le
está vendiendo el carnicero. Sin embargo, no será para él, es demasiado tosca,
demasiado rústica y es otro, como el alguacil que es rudo y también de baja condición,
quien se la comerá. Al final, para Leopoldo es a gente de su tipo a la que le
gustan las mujeres así: toscas y vulgares, pobres pero de primera,
indudablemente. Son mejores carnívoros los alguaciles que él mismo. Por otro
lado, en esta frase nuevamente encontramos la dicotomía que desde un inicio se
ha señalado: las palabras “desprecio” y “placer” nos refieren a significados
distintos y contrapuestos sobre lo que Leopoldo siente por la muchacha. Estamos
a un nivel corpóreo en el que las sensaciones son tan despreciables como
placenteras: como ir al baño y defecar o incluso como pudiera llegar a ser el
acto sexual mismo. El cuerpo miserable, caduco y que perece, es un foco de
desprecio y deshonra y al mismo tiempo es el templo máximo del placer y el
delirio.
“Oh,
por favor, señor policía, estoy perdida en el bosque” en un diálogo imaginario,
es un nivel discursivo más en el que es capaz de sumergirnos el narrador tan
solo en un párrafo. Se trata de lo que Bloom cree que diría la muchacha para
coquetear a su alguacil, lo dice imaginándolo con un tono de sarcasmo y burla
hacia su condición.Si no puede tenerla, entonces hay que despreciarla, para que
el placer que se ha perdido sea menos doloroso. Sin duda, el alguacil ha demostrado
ser mejor cazador que Bloom. Él se consuela por la pérdida de su presa en la
baja condición de la muchacha y de quien la ha ganado. Usa los
convencionalismos sociales como un escudo que de algún modo protege su hombría
salvaje y palia su desventura institiva.
Después
de que la muchacha se va, Bloom es por fin atendido, el carnicero le entrega la
carne y, para rematar la lentitud con la que lo había atendido, toma moneda por
moneda y las mete en el cajón. Bloom lo mira de reojo con furia, pero al mismo
tiempo se consuela pensando que la presa no era lo suficientemente valiosa para
ir tras ella. Después de resolver aquello, su mente se ocupó en cosas más
propias de un hombre como él: negocios.
Algunas páginas más adelante, Leopoldo vuelve
a dar rienda suelta a sus pulsiones sexuales, ésta vez, en cambio, es una mujer
de mucha más clase la que llama su atención y a quien encuentra en una
situación diametralmente distinta. Veamos:
“Ella permanecía quieta, esperando, mientras el hombre, esposo, hermano,
parecido a ella registraba sus bolsillos en busca de cambio. Elegante estilo de
tapado con ese cuello arrollado, caluroso para un día como éste, parece un
género de frazada. Despreocupada postura de ella con las manos en esos
bolsillos sobrepuestos. Como esa desdeñosa criatura en el partido de polo. Las
mujeres son pura clase hasta que se toca el punto. Hermosa es y bien se
arregla. Reserva próxima a desaparecer […]”[8]
¿Qué
hombre es éste que nos presenta Joyce? Es un hombre que mira, sin ningún
reparo, los atributos físicos de una mujer, al que no le importa ningún
convencionalismo cuando se trata de deleitarse, pero que se escuda en éstos
cuando se trata de defenderse, de consolarse por lo que de cualquier modo no
puede tener. A través de la carne, Joyce nos lleva a lo más esencial de nuestra
naturaleza, nos permite verla tal como es y contemplar los instintos que nos
rigen. La sexualidad es un instinto, pero a fuerza de mantenerla controlada, la
sociedad ha creado reglas y convencionalismos para contenerla.
Leopoldo
es un hombre común, muy común, un hombre que es capaz de ver a una mujer con
lascivia y deleitarse visualmente con sus formas a
placer. Un hombre que se permite cualquier pensamiento hacia ella, que sin
conocerla infiere las más aventuradas ¾y quizá ciertas¾ conclusiones sobre su persona. Imagina que es una mujer vulgar, coqueta y de
fácil trato, capaz de sentirse atraída por el uniforme de un simple alguacil.
No le importa quién es cuando le ve las nalgas, porque todas las mujeres, al
fin y al cabo, tienen nalgas. Se deleita sin pensar en convencionalismos
sociales, pero poco a poco, mientras va reconociendo a su presa, identifica y
cataloga lo que tiene enfrente, para emplear ahora sí un convencionalismo
social para juzgarla y dar al traste a su deleite. El hombre primitivo, en el
lugar de Leopoldo, poco o nada habría reparado en las manos y pies de su presa.
De haber tenido la oportunidad, se hubiera lanzado tras ésta sin ningún
problema. Otras quizá habrían sido sus consideraciones, como el tamaño de sus
pechos o la salud de sus dientes. ¿Qué nos dice pues Joyce con esta simple y pequeña
escena..?
Somos carne, somos también un instinto, un
instinto que ha sido contenido por la razón, que en la colectividad es
controlado por los convencionalismos sociales, pero que a pesar de ello, sigue
latente, sigue siendo parte de nuestra vida y que tarde o temprano, en uno o en
otro momento, termina por salir a flote.
Fuentes
consultadas:
Merriam-WebsterLearnersDictionary. <http://www.learnersdictionary.com/>
Joyce, James. Ulises. Trad. J. Salas Subirat. México:
Colofón, 2011.
Joyce, James.
Ulises. Feedbooks. 1922. http://gutenberg.org.
ThePhraseFinder.<http://www.phrases.org.uk/index.html>
[1]Joyce,
James. Ulises. Trad. J. Salas Subirat. México: Colofón, 2011. Pág 92.
[2]Ídem. Nota 1. Pág 91.
[3]Opcit. Nota 1.
[4] Joyce, James. Ulises. Feedbooks. 1922. http://gutenberg.org Pág. 54
[5]Opcit. Nota 1.
[6] Chapped. Abril 2013
<http://www.learnersdictionary.com/search/chapped>
[7]Opcit. Nota 1.
[8]Opcit. Nota 1. Pág 106.
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