En Nalgas y Libros
teníamos más de un mes detrás de una posible entrevista, y su visita a Venezuela
a propósito de su nuevo libro, “Jezabel”, novela negra, era una oportunidad
ineludible. Nos sentamos a conversar en la librería Alejandría de Paseo Las
Mercedes, en Caracas, encendimos un grabador, le preguntamos por su trabajo y
lo demás se dio solo…
“Bueno, sí. Hay una temática común. Un tríptico del exilio, dijo alguien por ahí… Pero en “Jezabel” quise hacer algo diferente. Me plantee un proyecto con otra intención, quizá para quitarme esa etiqueta de ‘narrador del destierro’.
“Bueno, sí. Hay una temática común. Un tríptico del exilio, dijo alguien por ahí… Pero en “Jezabel” quise hacer algo diferente. Me plantee un proyecto con otra intención, quizá para quitarme esa etiqueta de ‘narrador del destierro’.
Sánchez Rugeles emprendió
“Jezabel” a partir de una solicitud de Mónica Montañez para la colección
Vértigo: “Nos pidió trabajar con un personaje femenino, ya sea como víctima,
victimario o detective. Eso no fue un límite para mí. Trabajo más a gusto con
personajes femeninos. Mientras delineaba el argumento, recordé aquella trágica
leyenda de la Biblia. El personaje no lee la biblia, pero sí Wikipedia, y fue
así como conoció sobre Jezabel”.
Este ganador del Premio Internacional Arturo Uslar Pietri parece sentirse tan cómodo desarrollándole personalidad y discurso a una mujer, que nunca mete a sus personajes femeninos en ningún estereotipo. Pero a los hombres sí, los hace “más tontos”.
Este ganador del Premio Internacional Arturo Uslar Pietri parece sentirse tan cómodo desarrollándole personalidad y discurso a una mujer, que nunca mete a sus personajes femeninos en ningún estereotipo. Pero a los hombres sí, los hace “más tontos”.
A Sánchez Rugeles le
gustan “los temas tabúes, incómodos espinosos”; y asegura que llegar a eso no
fue algo premeditado, sí confiesa que cuando leía a Bolaño se preguntaba cómo
se podría llegar a provocar al lector.
Precisamente en
“Jezabel” le tocó “levantar algunas ronchas”. Pero fue que tropezó con el
discurso, “me lo encontré”.
Ausencia
de malditismo
Más allá de sus
personajes y de las circunstancias en las que se desenvuelven, Eduardo Sánchez
Rugeles ha tenido “por fortuna, una vida bastante convencional”, y lo ilustra
citando a Emil Cioran: “La desdicha de una infancia Feliz”.
En consecuencia, no se
parece a ninguno de sus personajes: “Ellos son tipos oscuros y frontales. Yo
soy más moderado, y profundamente políticamente correcto. A veces incluso apelo
a la hipocresía para evitar desencuentros”.
La contradicción entre
él y las personalidades que crea en sus historias parece ser notable para sus
semejantes, porque “mucha gente me dice que al leerme se imaginan que vengo de
una familia disfuncional y que tengo grandes problemas psicológicos; y probablemente
sí los tenga, pero no tengo una familia disfuncional para nada”.
Otros escritores –nos
relató- le han dicho que ellos no pueden escribir como él sobre figuras como el
padre, la madre, el abuelo o el tío… porque, sencillamente, a ellos sí les
duele.
“Pero yo sé que no le
hago daño a nadie en mi casa con eso. Más bien se ríen. Mi mamá podría decir:
‘Ay, Dios mío, ¿por qué mi hijo escribe esas cosas’. Pero jamás dirá: ‘Mi hijo
me está censurando porque yo una vez…
Detrás de esa oscuridad
no hay una intención ni una prédica oculta. Al menos ninguna de la que se
percate el autor. Lo que hace conscientemente es explorar los temas que le
gustan a ver qué resulta.
Escritor,
venezolano y en España
La crisis económica que
se desató en España también ha aumentado las dificultades que tradicionalmente
padecería un escritor venezolano en ese país. “Recortes importantes en el área
de cultura, cierre de librerías, de editoriales pequeñas, y las grandes solo
quieren apostar a firmas que garanticen ventas: te dicen en tu cara que les
resulta riesgoso publicar nuevos nombres, y sí, sí pesa la ausencia de
venezolanos en el mercado literario internacional”.
Sánchez Rugeles avisa
de todas formas que no existe ninguna exclusión generalizada hacia los
venezolanos, “pero sí, es probable, que un mexicano o un argentino tengan más
posibilidades para encontrar espacio en el mercado”.
Ser “profundamente
políticamente correcto” hace que este escritor no se sienta cómodo
generalizando. “Pero es que si revisamos la historia del boom de José Donoso,
el único que aparece es Adriano González León, y en un capítulo casi anexo.
Creo que eso nos generó un complejo más interior que exterior. A los que nos
duele no estar junto a García Márquez y Cortázar es a nosotros, pero si
presentas un trabajo bien hecho, puedes competir”.
Coño, de pinga
Eduardo Sánchez Rugeles
defiende el derecho de escribir en venezolano, y disfruta que los jóvenes
caraqueños de sus novelas digan coño, nojoda o de pinga.
Esta irreverencia le
sale al paso a los voseos y lunfardos argentinos, a las expresiones mexicanas y
al modismo castizo español que con tanta naturalidad es aceptado por los
lectores en lengua castellana de todas partes.
“Y todavía hay quienes
dicen que la jerga venezolana no la va a entender nadie. ¡Es mentira! Eso es
parte del complejo que percibo. Yo me he llevado gratas sorpresas con mexicanos
y españoles que lee un de pinga y entienden lo que significa porque el contexto
se los explica”.
Ahora trabaja en una
novela diferente, una que será narrada por un niño de 10 años: allí el lector
encontrará elementos de ternura (se le arruga la cara al pronunciar la palabra)
antes de desembocar sus motores de siempre: el comportamiento censurable, lo
incómodo, y los temas de los que nadie quiere hablar pero que todos quieren
leer.
Exclusiva para NL
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