“Hasta los confines del
sistema solar hay cuatro horas-luz; hasta la estrella más cercana, cuatro
años-luz. Un desmedido océano de vacío. Pero ¿estamos realmente seguros de que
sólo haya un vacío? Únicamente sabemos que en este espacio no hay
estrellas luminosas; de existir, ¿serían visibles? ¿Y si existiesen cuerpos no
luminosos u oscuros? ¿No podría suceder en los mapas celestes, al igual que en
los de la tierra, que estén indicadas las estrellas-ciudades y omitidas las
estrellas-pueblos?”
-Escritores soviéticos de
ciencia ficción arañándose el rostro a medianoche.
-Los infrasoles (Drummond
diría los alegres muchachos proletarios).
-Peguero y Boris
solitarios en un cuarto lumpen presintiendo a la maravilla detrás de la puerta.
-Free Money
*
¿Quién ha atravesado la
ciudad y por única música sólo ha tenido los silbidos de sus semejantes, sus
propias palabras de asombro y rabia?
El tipo hermoso que no sabía
que el orgasmo de las chavas es clitoral
(Busquen, no solamente en
los museos hay mierda) (Un proceso de museificación individual) (Certeza de que
todo está nombrado, develado) (Miedo a descubrir) ( Miedo a los desequilibrios
no previstos)…”
Fueron estos los primeros
gritos, aullidos, lanzados por una generación que intentó poner
la literatura boca arriba, para oler su sexo, fornicar con las palabras,
ensuciar y desbaratar la comodidad de la cultura oficial. Uno de sus
precursores se iría posteriormente a Chile, y a España desde donde le
anunciaría a su amigo: “Estoy
con las ventanas abiertas, afuera llueve, una tormenta de verano, rayos,
truenos, esas cosas que excitan o que impelen a la melancolía.
¿Cómo está México? ¿Cómo están las calles de México, mi fantasma, los amigos invisibles? ¿Sigue en pie Al Este del Paraíso o ya entró en el sueño de los justos?
Cuando mejore mi economía apareceré por tu casa una noche cualquiera. Y si no, es igual. El trecho que recorrimos juntos de alguna manera es historia y permanece. Quiero decir: sospecho, intuyo que aún está vivo, en medio de la oscuridad, pero vivo y todavía, quién lo iba a decir, desafiante. Bueno, no nos pongamos estupendos. Estoy escribiendo una novela donde tú te llamas Ulises Lima. La novela se llama Los detectives salvajes”, una de las obras más interesante de finales del siglo XX, que sin lugar a dudas es la cumbre del globalismo literario, aventura emblemática de la posmodernidad. Otro de ellos se quedaría en su México natal, con sus largas calles de fantasmas, su smog, sus sombras perennes, chupando licor barato, y gritando improperios contra el formalismo de la literatura, dejándole sus hermosos poemas grabados en mensajes telefónicos al gran Ogro Filantropico: Octavio Paz, contra quien mantuvo una lucha eterna, y a quien consideraba el máximo representante de la poesía oficial, que va a misa los domingos, y no dice malas palabras. “A mí sólo me interesa la poesía que surge de los laberintos incendiados”, habría dicho Mario Santiago Papasquiaro, para marcar distancia en la forma de escribir.
¿Cómo está México? ¿Cómo están las calles de México, mi fantasma, los amigos invisibles? ¿Sigue en pie Al Este del Paraíso o ya entró en el sueño de los justos?
Cuando mejore mi economía apareceré por tu casa una noche cualquiera. Y si no, es igual. El trecho que recorrimos juntos de alguna manera es historia y permanece. Quiero decir: sospecho, intuyo que aún está vivo, en medio de la oscuridad, pero vivo y todavía, quién lo iba a decir, desafiante. Bueno, no nos pongamos estupendos. Estoy escribiendo una novela donde tú te llamas Ulises Lima. La novela se llama Los detectives salvajes”, una de las obras más interesante de finales del siglo XX, que sin lugar a dudas es la cumbre del globalismo literario, aventura emblemática de la posmodernidad. Otro de ellos se quedaría en su México natal, con sus largas calles de fantasmas, su smog, sus sombras perennes, chupando licor barato, y gritando improperios contra el formalismo de la literatura, dejándole sus hermosos poemas grabados en mensajes telefónicos al gran Ogro Filantropico: Octavio Paz, contra quien mantuvo una lucha eterna, y a quien consideraba el máximo representante de la poesía oficial, que va a misa los domingos, y no dice malas palabras. “A mí sólo me interesa la poesía que surge de los laberintos incendiados”, habría dicho Mario Santiago Papasquiaro, para marcar distancia en la forma de escribir.
El infrarealismo fue sin duda la expresión de una
época tumultuosa, rabiosa, sus orígenes conceptuales se ubican cerca del grupo
peruano Hora Zero, y tal vez no muy alejados del Techo de la Ballen venezolano,
al igual que otra vanguardia literaria,
pretendió ahorcar al Cisne blanco, su nombre deriva de una propuesta de Roberto
Bolaños, basada en un cuento de Georgij Gurevich, que recuerda los soles
oscuros que en su interior generan su propia luz. El inicio de su primer
manifiesto es emblemático “Déjenlo Todo”. El infra propone una nueva cosmovisión que intenta absolver el germen de
la poesía y hacerla pasión ruidosa, conjurando la existencia, exorcizando los
demonios íntimos del hombre contemporáneo en su incesante lucha por la vida
plena, una nueva estética basada en la
ética y el esfuerzo creador del hombre transformando la cotidianidad. Para sus
miembros hay sólo una manera de vivir la literatura, haciéndola, rehaciéndola,
construyéndola, domesticando la realidad e imponiendo la creatividad como ojo
único. Al respecto Mario Santiago en uno de sus poemas más famosos “Devoción
Cherokee” escribió
Devoción
Cherokee
Poesía
atroz, te amo de siempre, Patees, silbes, muerdas o vueles
Bendita mía , pétalo santo, bendita mía, coño encharcado.
Mi yo eres tu, vamos al rastro,
Sangre de palpitos belleza alada
Rompes mis ancas me traes de un alba
Rompes mis ancas me traes de un alba
Sin otra opción hurgo en tus astros a gatas
Escribo, meo, cojo, me embriago, bailo con ratas.
Sin otra opción hurgo en tus astros a gatas
Escribo, meo, cojo, me embriago, bailo con ratas.
De un sol obtuso, vidrio de barda,
No me regreses plasma gandalla
En ti soy otro, pulso mis ganas, en ti soy otro, ¡afilo mis garras!
No hay muerte, no hay calma, contigo, oleajes, lunas, Saharas
El riel de un hueco, los colmillos de un puerco
El riel de un hueco, los colmillos de un puerco
Sin otra opción hurgo en tus astros a gatas
Escribo, meo, cojo, me embriago, bailo con ratas.
Sin otra opción hurgo en tus astros a gatas
Escribo, meo, cojo, me embriago, bailo con ratas.
Poesía atroz, te amo de siempre, patees, silbes, muerdas o vueles
Bendita mía , pétalo santo, bendita mía, coño encharcado.
Muevo el rostro, no escupo nada, mas te miro, soy tu delirio
Soy tu destello, eres mi hacha, soy tu destello, poesía atroz eres mi hacha
"Más alla de la poesía la rata ruge
locamente sin retorno
siempre el juego, el estado beligerante
flecha lanzada sin cesar
a contracorriente
flecha lanzada sin cesar
cara a cara de la muerte
más loca y más ansiosa
de cerca, de lejos, convulsivamente
y voz desgarradora"
Sin otra opción hurgo en tus astros a gatas
Escribo, meo, cojo, me embriago, bailo con ratas.
Sin duda que el espíritu infrarrealista acompaño a
todos sus miembros el resto de su vida, porque el infra más que un conjunto de
códigos estéticos era una manera de asumir la existencia y vivir la poesía al
límite.
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